lunes, 31 de marzo de 2008

Conjuro



Noche tras noche escucho el murmullo de mi abuela. No hay noche que no la oiga rezando en voz baja, casi susurrando. Nuestros cuartos son contiguos. Antes me daba flojera su ignorancia y ciega fe en la religión, pero ahora admiro su fortaleza, he aprendido a respetarla. Desde que platico con ella me siento mejor, me desahogo. Siempre me aconseja que no tenga rencor porque esas son energías desperdiciadas. Y tiene razón, la última vez que platiqué largo y tendido con ella fue sobre ese maestro que se divertía humillándome, seguí el consejo, respiré profundo y arrojé los rencores fuera de mi, me sentí bien. Desde entonces ese maestro no se ha vuelto a meter conmigo. Nadie se mete conmigo.

Vivo con mi abuela materna desde el último año. Tiene su casa llena de retratos, algunos son santos que ni conozco y algunos ni siquiera sé si son santos. Cuando comento con quien sea acerca de esos retratos nadie los conoce. Y esos murmullos por las noches, me llevaron a envidiar su fe y sentir la necesidad de entrar en ese mundo, de creer en algo, sentir que hay alguien moviendo los hilos. Entonces resolví que le pediría a mi abuela que me dejara acompañarla por las noches, cuando reza.
Escuche los murmullos. Me dirigí a su cuarto. Debajo de la puerta salía una luz brillante, pensé en las tantas veladoras que prende. Empuje la puerta salía humo. Tendría incienso o algo así pero no olía bien. Mi abuela parecía hablar en otra lengua, aun no se percataba de mi presencia. Esa atmósfera era algo contradictoria: hierbas, aves, imágenes religiosas, fotografías de tanta gente, veladoras negras. Ella giro la cabeza, me observó con los ojos fijos, sin pestañear. Encajó una larga aguja en el muñeco que traía entre las manos.


Marilyn Aguilar Leal

2 comentarios:

° Marilyn ° dijo...

texto fechado en el 2005

bimbomba dijo...

Intrigante. La premisa y su desarrollo me fascinaron. Sigue así, Marilyn :)