jueves, 30 de junio de 2011

En Monterrey el miedo anda el aire y no me acostumbro a él.




Qué tristeza y que coraje toda la muerte prematura que se vive en mi ciudad, me indigna, enfurece, entristece y luego que, me trago todo a fin de cuentas, no puedo gritar, no puedo alzar la voz, ¿qué hago? ni siquiera he querido escribir al respecto, las palabras se me van, huyen, no quieren formar una horrible cola de adjetivos para Monterrey: insegura, violenta, peligrosa. . . Las palabras huyen de mí como yo quisiera huir de mi ciudad, Monterrey quiero irme lejos de ti, no me gusta vivir con el corazón en la garganta cuando se deja oír la lluvia de balas o pasa rechinando llantas una camioneta sospechosa o pasa a tu lado un hombre que en cualquier momento puede sacar un arma de su mochila. Quiero un lugar seguro para mi familia, quiero que Dylan corra en el parque, salga a la calle, juegue con tierra como cuando yo era niña. Quiero que esto pase ya. Hubo malas decisiones, no hubo estrategias, no sé, no me interesa opinar, pero quizá hay más formas de terminar con esto, muerte por muerte creo que nunca será la respuesta correcta.
Dios regálanos una mirada con una sola tendríamos paz por una vida.

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